Una
de las últimas sillas de la Iglesia es ocupada por el Papa. Así se ve en la
foto. Él está celebrando una Misa muy peculiar: los invitados son los
jardineros y el personal de limpieza del Vaticano. En un momento de la
celebración el Papa le pide a todos que oren en silencio, cada uno, por lo que
desea su corazón. Al instante, él se levanta de su sillón que está al frente y
se va a una de las últimas sillas a hacer su propia oración. Pareciera que este
jefe ha preferido que todos se enfoquen en ver de frente la verdadera razón de
su existencia, ese Cristo crucificado que está ahí presente y no en que lo vean
a él, su jefe, quien es en fin un hombre que ha fallado y fallará, y al que
todos llamamos hoy el Papa Francisco.
Aquella
famosa diferencia entre jefe y líder es absoluta en esta foto. El jefe siempre
saca pecho poniéndose al frente para que todos lo vean y le obedezcan, pero el
líder sabe cuándo irse a sentar atrás, no estorba, acompaña, facilita el camino
para que los demás logren sus propósitos; el líder es capaz de invisibilizarse
en el momento oportuno, para que sus compañeros crezcan y se enfoquen en lo
verdaderamente importante. El líder no teme perder su puesto, porque sabe que
muy por encima de “su puesto” se trata de ayudarle a los demás a que encuentren
su camino.
El
admirable Francisco está de espaldas en la foto. El sabe que muchos lo quieren
ver de frente, pero en este instante tan íntimo él prefiere quedar de espaldas a
los fotógrafos y darle la cara a ese Dios de todos, Amor para el jardinero y
Amor para el Papa, ese Dios que no diferencia el abrazo ni da más por uno o por
otro, ambos son pecadores y ambos lo necesitan.
¿Cuántos
jefes tendrán la capacidad de irse a sentar a esa silla atrás? ¿Cuándo las
madres y padres tendremos que “celebrar” esa ceremonia llamada vida con nuestros
hijos, y en un momento oportuno irnos a sentar atrás para que ellos queden de
frente a su misión? ¿Cuántos le podremos dar la espalda a los aplausos, la
bulla de los “clicks”, los elogios para darle la cara, en un momento íntimo a
esa oración profunda que le hace nuestro corazón desnudo de orgullo a un Dios
que desea con fervor escucharnos?
El
Papa se me queda grabado en esta foto, y yo espero que hoy esta inyección me
sirva para ubicarme el resto de mi vida.
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