31 de agoato 2012 - día 2: María, modelo para los jóvenes
A poco que conozcamos la biografía de María de Nazaret, sorprende su valentía, la confianza plena que depositó en Dios. Siendo muy joven, una adolescente para las categorías de nuestra época, quiso decir sí al plan que Dios tenía para ella. La fe y el arrojo juvenil de Santa María de la Victoria favorecieron que Dios se hiciese sangre y tiempo. Leemos en la Escritura que el cielo es el trono de Dios y la tierra el estrado de sus pies.
¿Qué templo podría construirse o qué lugar para su descanso? Todo lo que vemos: la mar, el cielo, los montes, el desierto; lo hicieron sus manos. Todo es suyo. En el humilde que se estremece ante sus palabras pone sus ojos. En la mujer humilde que se estremeció ante sus palabras. Y desde entonces, desde el momento de la Encarnación, sabemos que el amor es una bahía linda y generosa que se ilumina. Santa María de la Victoria es modelo de entrega a Dios porque entregó a su Señor, con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, desde la libertad y lo mejor que tenía, una vida prácticamente por estrenar. Siendo nueva albergó en su seno al Verbo de Dios. Myriam se convirtió por amor en templo consagrado al Creador por quien todo fue hecho.
Hoy celebramos la dedicación de nuestra Catedral y en este contexto: sabiendo que somos templo de Dios y que estamos llamados a cumplir su voluntad cabe plantearse si vivimos mirándonos el ombligo no mojándonos incluso bajo un chaparrón, desplazando a Cristo de nuestra vida. Con cierta frecuencia esperamos demasiado. Miramos las cosas demasiado. Tenemos demasiados miramientos. La prudencia, virtud para más señas, exige arrojo y verdad para ser justa. No es de recibo que hay quien sólo mira su ombligo en nuestras comunidades, en nuestras parroquias o en nuestras hermandades y cofradías, mientras miles de familias se sienten ahogadas porque no llegan a final de mes. Mientras centenares de familias son desplazadas de sus casas por un devastador incendio. Y es precisamente desde esta óptica, desde el arrojo de los santos, desde donde habría que entender el ok; el fiat, el sí de Myriam. En el corazón joven de María de Nazaret descubrimos decisión, valentía, determinación, confianza, seguridad, abandono. Desde su adolescencia fue modelo para los creyentes por su fe sólida en Dios.
Nuestros jóvenes están siendo protagonistas de una de las mayores transformaciones que está experimentando el mundo. Los adultos estamos llamados a mostrar a Santa María de la Victoria, patrona de nuestra diócesis y de la ciudad de Málaga, como modelo real y actual de vida para nuestros adolescentes y jóvenes malagueños y melillenses. Y mostrarla como modelo de fe. María como mujer de fe es ejemplo de libertad, de pureza, de castidad, de valentía, de sinceridad, de veracidad, de amistad.
Dicen que su pariente Isabel cuenta que tantas cosas soñaron juntas que no sabe bien quién empezó con cual deseo. Ella tenía entonces la misma risa larga y contagiosa, la misma voz redonda que tuvo hasta el final. Ella se había desposado de José siendo una adolescente y tenía un Hijo, Jesús, y una pasión por la vida que sólo pudo encontrar en Dios, en su Niño. Isabel cuenta que contaba de José que se querían a rabiar y que, aunque lo sabía quedó muy claro cuando decidió aceptarla como esposa y cuando la acompañó con Jesús en la huida a Egipto y que lo echó mucho de menos cuando asesinaron al niño de sus entrañas. Que en su agonía no pudo dejar de pensarlo, de recordarlo. De recordar el apoyo que como madre y mujer encontró en aquel hombre que se desvivía por ella y por el Hijo de Dios.
Nuestros adolescentes y jóvenes encontrarán en Santa María de la Victoria un modelo de vida si descubren en ella con realismo y crudeza cómo afrontó todos los acontecimientos que la envolvieron. Hemos de mostrar a María de Nazaret con toda su fuerza, lejana a la mojigatería con las que con una cierta frecuencia se envuelve la pretendida devoción a la Virgen.
Cristo eternamente joven te llama a mostrar a nuestros jóvenes y niños a su Santísima Madre como modelo para su vida. Y como hiciese María de Nazaret compartir con ellos la vida. Me imagino a la Santísima Virgen escuchando al joven apóstol Juan, compartiendo risas e interese. Inquietudes y ganas de vivir. Estamos llamados a dejar espacio y a escuchar a los jóvenes en nuestras comunidades, a ofrecerles nuestro tiempo, a acompañarlos en su crecimiento espiritual de manera completa. Compartamos con ellos conversaciones y hablemos con ellos de futuro, de ilusiones, de sexo, de la vocación, de trabajo, de viajes, de emociones, de familia... Si miramos el rostro maternal de Santa María de la Victoria descubriremos cómo ella educó a su Hijo adolescente en la generosidad, en la pureza, en la sinceridad, en el entusiasmo. Ella lo miraba con confianza y amor. Creía en él. Nosotros estamos llamados a creer en nuestros jóvenes y a educarlos en todas las dimensiones.
El «Año de la Fe» que iniciaremos dentro de poco ayudará y estimulará a continuar con mayor potencia por esa senda. Descubre cómo actúa Dios en la vida, descúbrelo oculto, desde la fe, en el corazón de los acontecimientos de cada día. Muestra a la Iglesia más joven cómo Dios sale al encuentro en la oración, en el silencio, en una canción, en la amistad, en el ejercicio de la caridad. En un twitter. En el tuenti. Enseña a conocer más y mejor la Sagrada Escritura a través de la Lectio Divina a nuestros jóvenes, su imaginación y generosidad serán determinantes para que descubran en la Biblia un ámbito privilegiado de libertad. Pero no sólo en la Palabra encontrarán un espacio de libertad, también en la liturgia. La liturgia es uno de los lugares por excelencia para encontrarse con Dios donde se manifiesta la alegría que la Iglesia recibe del Señor y transmite al mundo. La Eucaristía, la liturgia de las horas o el rezo del rosario ofrecen, si se celebran dignamente y sin concesiones a la galería, espacios cercanos y solemnes de encuentro con el misterio. Y otra cosa, si en las conversaciones con nuestros niños, adolescentes y jóvenes los descubrimos frágiles y en pecado mostrémosles el camino de la amnistía espiritual: la confesión. Dios, en su misericordia, no los abandona; les ofrece siempre la posibilidad de volver a Él, de reconciliarse con Él, de experimentar la alegría de su amor que perdona y vuelve a acoger. Enseñemos a nuestros adolescentes y jóvenes a confesarse. A recurrir al sacramento de la confesión como sacramento de gracia. Y de fuerza. Y de estímulo. Y de vida.
Santa María de la Victoria experimentó la juventud en sentido real y espiritual en propia carne. Algo que nosotros también podremos vivir en la fiesta de la dedicación de la nuestra Catedral, si descubrimos la dignidad que albergamos, si crecemos en la conciencia de nuestro ser templo del Espíritu Santo, si nos dejamos seducir por Dios, si albergamos en nuestro interior la esperanza de que en Dios hay futuro, si vivimos aunque en el camino nos dejemos jirones de vida tras los pasos de Jesús de Nazaret, el Cristo joven.
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