La fe que mueve montañas y mares en Málaga
Una devoción única e inigualable saca a la calle a miles de incondicionales para acompañar a la Virgen del Carmen
El rosario, a pesar del calor y lo temprano de la hora, congregó a infinidad de fieles que siguieron sus pasos hasta la Catedral, llenando calles tan anchas como Cuarteles. Francis Silva
IGNACIO A. CASTILLO La Virgen del Carmen volvía a reencontrarse con sus incondicionales poco después del alba. Ganaba corazones, cercana y accesible, con salvas de cohetes, toques de campana y la ovación cerrada de sus devotos, para los que la hora y el calor son lo de menos. Lo importante es Ella, su capitana, regia e imponente, pero a la vez sencilla y atenta. No hay otra como Carmen. Y se hizo a una mar crispada que ella supo apaciguar. La sociedad no está para muchos trotes. «Virgencita, que me quede como estoy», decía una pancarta puesta desde hace días en la calle Ancha. Esta fe mueve montañas y mares.
¿Cuántas oraciones no contendrían el deseo de un trabajo? ¿Cuántos favores no habrían recibido quienes en la mañana de ayer, durante el rosario de la aurora hasta la Catedral, iban siguiendo su manto? Puede que la bulla fuera más reducida a su alrededor, pero porque detrás iba una auténtica marea humana que parecía empujarla en su travesía por la calle Cuarteles, el puente de la Misericordia y la Alameda. De hecho, la Virgen avanzaba con su inconfundible paso, pero puede que más diligente y apresurado.
Pero la cita era a las ocho en punto de la mañana, cuando en la calle Plaza de Toros Vieja ya ni se cabía. Como es tradicional, los submarinistas tuvieron el honor de ser los primeros en portar las andas para sacar a la imagen de Navas Parejo al atrio del templo. Las primeras mecidas fueron acompasadas por marchas de cornetas y tambores de la banda que comparte con orgullo la devoción de la Virgen y que ayer también vivió su día grande.
Al primer templo llegó a las 9.35 horas, accediendo como sólo lo hace el Santísimo, por la puerta principal. La Virgen se situó en un lateral del altar mayor durante la función religiosa, que fue presidida por el vicario general de la diócesis, Alfonso Fernández-Casamayor.
A las 11.10 horas volvía a salir la cruz guía y el resto del cortejo, en el que figuraba el nuevo hermano mayor de la corporación, Ángel Calle. Hermanos de Humildad y Paciencia, que hasta entonces habían prestado escolta a la Virgen con sus remos, tomaron el relevo de las andas. La archicofradía estrenaba la talla de la peana, en rocalla, con una evidente estrella de mar en el frontal.
A las 11.10 horas volvía a salir la cruz guía y el resto del cortejo, en el que figuraba el nuevo hermano mayor de la corporación, Ángel Calle. Hermanos de Humildad y Paciencia, que hasta entonces habían prestado escolta a la Virgen con sus remos, tomaron el relevo de las andas. La archicofradía estrenaba la talla de la peana, en rocalla, con una evidente estrella de mar en el frontal.
También se incorporaba la banda de la Expiración para tocar el Himno Nacional, la Salve Marinera o marchas como Coronación de la Virgen del Carmen o Carmen Coronada, mientras la procesión se encaminaba al Puerto.
En el edificio de la Autoridad Portuaria la Estrella de los Mares volvía a recibir las muestras de devoción de sus fieles, como los 364 días anteriores del año, aunque el día de la procesión es especial. En realidad, es el día.
A las 18.30 horas, tras el incesante besapié, la Virgen embarcaba en el muelle 2 en el remolcador Vehinticuatro para bendecir las aguas de la bahía. El año pasado, el gran oleaje impidió que la Virgen marinera realizara su incursión en la mar y sólo pudo asomarse a la bocana del Puerto, por precaución.
Ayer pudo volver a hacerlo. Y se realizó la ofrenda floral por los fallecidos en el mar durante el último año. Y se rezó por su alma. Sonaron las bocinas de todos los barcos que componían la procesión marítima, en señal de homenaje. Y la Virgen volvió a Puerto para ser entronizada y comenzar su regreso triunfal a El Perchel que abandonó al alba, sobre un trono que completaba la talla del frontal con la incorporación de dos ángeles en las esquinas, obra de Juan Vega.
La banda de cornetas del Carmen ponía música en la cabeza y la Expiración repetía tras el trono, exornado con flores variadas en tonos rosa y lila. La maratoniana joranda carmelita estaba a punto de terminar, aunque puede que quedaran los momentos de mayor intensidad, sobre todo en el regreso por la calle Ancha.
Mientras, en Huelin, salía también la Virgen del Carmen de la hermandad de San Patricio. Marengos que portan a la imagen sobre un trono de Liébana, un canto al mar y su fauna, que la llevan por la calle Princesa hasta la playa de San Andrés, para que bendiga el litoral oeste. Llevaba la banda de Zamarrilla.
La Virgen que reina en la bahía
Durante todo el año recibe culto subacuático en el corazón de la bahía y sólo durante unas horas es bañada por el sol malagueño. La Virgen del Carmen de los submarinistas volvió a emerger ayer de las aguas para que su devoción fuera compartida por quienes no pueden visitarla el resto del año. Es una tradición que se repite desde hace más de 25 años. Por la mañana, los miembros más destacados de la asociación recuperaron los escapularios que iba a lucir su pequeña imagen de bronce durante todo el día, y que han estado a los pies de la Virgen del Carmen Coronada durante toda la novena. Una pieza donada por la banda de la Trinidad, que este año cumplía el quinto acompañando a la imagen. A las 13.00 horas celebraban una misa en San Grabiel y luego regresaban a la carpa antes de volver a embarcar, por la tarde, y cruzarse con la Virgen de El Perchel.
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