sábado, 12 de enero de 2008

Dícese del grano de maíz tostado

Sábado, 05 de enero de 2008

Creo que poca gente, y casi nadie en la Prensa, ha entendido bien la manifestación que los integristas católicos hicieron en Madrid el pasado 30 de diciembre, con el curioso pretexto de “defender a la familia”. Reflexiono sobre esto mientras paso las páginas del enorme dossier que nos dieron el día en que se mostraron al público las inenarrables pinturas que “adornan” el ábside de la catedral de la Almudena, en Madrid, y que se deben a ese genio de las Artes, a ese Miguel Ángel Buonarotti redivivo que se llama José Francisco Argüello. Alias “Kiko”.Si me perdonan ustedes la irreverencia matemática, yo diría que allí se juntaron “ciento y pico mil cuatro” personas. Las ciento y pico mil eran de pelaje muy poco variado, como ahora explicaré. Las cuatro eran, en primer lugar, tres cardenales españoles (Rouco, Cañizares y García-Gasco) y, last but not least, el mencionado “Kiko” Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal y, lo que son las cosas, coterráneo mío.
¿Se trataba de una mani de la Iglesia? Así se vendió. Estaba bendecida, impulsada y patrocinada por tres de los seis cardenales electores que tiene ahora mismo España en el cónclave. Eso no es poco. Pero llama la atención que faltasen los otros tres… y, sobre todo, dos de esos tres. No estuvieron el opusdeísta Herranz, que vive aislado en Roma; tiene disculpa. Pero es que tampoco acudieron el de Sevilla, fray Carlos Amigo, ni el de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. Estas dos últimas ausencias son muy significativas. Rouco, Cañizares y García-Gasco comandan (vamos: se pelean por comandar, sobre todo los dos primeros) el ala más ultra, tridentina, intransigente y cavernaria de la Iglesia española. Son cardenales que piensan como en tiempos de Pío XII… ¡o de Pío IX! Sin embargo, Amigo y sobre todo Sistach son todo lo contrario: gente del siglo XXI, con los pies puestos en la realidad de su tiempo y no en el fanatismo y en la cerrazón obtusa del nacionalcatolicismo. Hay que añadir que tampoco estuvo el contemporizador y moderado Ricardo Blázquez, que es obispo raso pero nada menos que presidente de la Conferencia Episcopal Española. Así pues, lo del domingo fue una concentración “plazadeoriéntica” no de toda la Iglesia española, ni mucho menos. Sólo de su ala más negra. Los demás, los que piensan en el futuro y no intentan que todos (la sociedad entera) vuelva a las caenas del pasado, no estuvieron en la plaza de Colón.
¿Quiere esto decir que la Iglesia española está fracturada? En mi opinión, no cabe la menor duda. En la calle, entre los fieles de a pie, eso es algo evidente. Hay que decir que ahora mismo ganan por enorme mayoría (mejor fuera decir que tienen mejor viento y hacen más ruido) los cavernarios, los ultramontanos: los montaraces “kikos”, seguidores de ese Argüello, que tienen un poder y un número jamás visto en la historia de la Iglesia universal; son la oferta “neoconservadora” (pero de “neo” no tienen absolutamente nada) del integrismo radical para las clases medias y medias-bajas, aunque en sus filas haya de todo. Junto a ellos están los “elitistas”, la oferta a las clases altas: el Opus Dei y, desde luego, los Legionarios de Cristo, tan vapuleados por este listo papa Ratzinger que, a diferencia del visceral y bastante cerril Wojtyla, sí ha tomado duras medidas ante las clamorosas denuncias de pederastia que llovían sobre el tenebroso fundador del grupo, el cura mexicano Marcial Maciel. Y, como acompañamiento más o menos poderoso, grupos pensados para las “clases medias”, como Comunión y Liberación, Focolares y otros de menor cuantía. Esa es la Armada ultrarreacionaria que, gracias al apisonador papado de Juan Pablo II (que, sencillamente, arrinconó el espíritu innovador y realista del Concilio Vaticano II), y gracias al contemporizador y continuista pontificado de este Ratzinger, que siempre fue quien le escribía los discursos a Wojtyla, manda ahora mismo en la Iglesia.

No hay comentarios: